Cuando pienso en muchas de las clases de literatura que he recibido
a lo largo de mi vida observo un gran vacío en cuanto a transmisión y creación
se refiere. Personalmente considero que tenemos una materia muy moldeable que
trata sentimientos universales y atemporales que, sin embargo, se pierden en la
frialdad de largas explicaciones teóricas, historicistas y biográficas. La
falta de calado en el alumnado la convierte en una asignatura pesada y
memorística de la que tienden a rehuir, llevándose consigo en esa huida el
poder y las ventajas de la lectura.
En mi caso y de cara a mi futuro más próximo, trataría de dar
impulso al teatro, quizá el género más sacrificado en nuestro tiempo y que,
además, más tiende a desnaturalizarse. Para ello, trataría de llevar a cabo
pequeñas dramatizaciones de obras que por su trasfondo crítico y social
pudieran despertar su interés. En este sentido la obra propuesta para la
Selectividad de La Casa de Bernarda Alba funcionaría a la perfección,
pues sería un buen ejemplo del valor de la literatura como un artefacto perenne
y universal que trata cuestiones que aún están muy vivas en nuestra actualidad.
Posteriormente y, aprovechando el mensaje social y crítico de las obras, los
alumnos participarían en debates formales en los que, a partir de fragmentos de
la obra, tendrían que construir sus argumentos. En otras ocasiones el debate
podría consistir en defender algún personaje que haya aparecido en la misma,
aun cuando dicho personaje te resulte contrario a tus ideales. Ese esfuerzo por
buscar algo positivo en el mismo puede resultar una actividad de gran
aplicación y valor para una vida cotidiana que clama a gritos a la convivencia.
Otra línea que puede seguir el debate es la comparación de la obra con su
respectiva versión cinematográfica tal y como propone el propio Heziberri. La
capacidad de establecer relaciones comparativas ya sea con otras obras o con
otras versiones de la misma, otorga un poder vital para comprender la
literatura en su totalidad. Todo ello sin mencionar que el canal audiovisual
siempre genera un mayor impacto entre unos adolescentes rodeados de pantallas.
Tanto la dramatización como los debates, sea cual sea su perspectiva, me
parecen cruciales para generar un ambiente de comunicación propicio en el aula,
así como para trabajar la oralidad, una gran olvidada en las clases de lengua
castellana y literatura y fundamental para el intercambio comunicativo de
nuestro día a día.
A todo lo dicho añadiría, aunque haya sido algo en lo que ya he
insistido con anterioridad, que en mis clases habría una continua alternancia
entre autores y autoras, la única manera que observo realmente de trabajar la
igualdad desde dentro, desde el currículo. Demostrar la valía de la mujer desde
el punto de vista del “logos” evita caer en la artificiosidad de tener a la
mujer en mente únicamente en día señalados tales como el 8 de marzo o el 25 de
noviembre o en aquellas ocasiones en las que algún suceso de índole machista
perturba nuestra calma. Con ello, no descarto dichas actividades, pero sí
recalco la idea de que es una lucha que tiene que reflejarse a diario y en
todos los ámbitos, con especial importancia el académico.